viernes, 24 de abril de 2015

El misterioso informe de riesgos psicosociales

Hace quince años, por alguna razón que a todos se nos escapa, el sr. Miguel Ángel Álvarez, concejal de Tierra Comunera en el Tripartito que gobernaba la ciudad, decidió que Deportes no iba a ser menos que otros servicios y que, por tanto, tendría su propio gerente. Aunque siempre había funcionado sin tal figura y sin mayores problemas.

El primer gerente que tuvo este servicio (no recuerdo ahora su nombre), nombrado por Álvarez, fue un funcionario de carrera. A los pocos meses de tomar posesión del cargo surgió la crisis en el Tripartito. Tierra Comunera se desligó de la coalición, y el señor gerente tuvo la decencia de abandonar el cargo, al entender que la nueva mayoría de PSOE e IU querrían tener en su puesto a alguien de su entera confianza, mientras que él había sido nombrado por Álvarez. Este fue un gesto que le honra enormemente dado lo poco que se estila en este país y, concretamente, en esta ciudad, donde la gente se agarra a cualquier poltrona con uñas y dientes.

Para muestra, el caso que veremos a continuación.

Su elegante gesto fue aprovechado, como decimos, por alguien con muchos menos escrúpulos y que no tendría ningún reparo en mantenerse en la poltrona con concejales tan dispares como son los de Izquierda Unida y los del Partido Popular.

El nuevo concejal de Deportes pasó a ser el sr. Ortega Cañas, miembro del ahora Bipartito, elegido en la candidatura de Izquierda Unida.

No se le ocurrió al sr. Ortega mejor idea que poner en el puesto de gerente a un empleado del servicio que se dedicaba a la programación de juegos escolares. Antes había sido entrenador de voleibol en un conocido equipo de la ciudad. Todo un currículo carente de experiencia en gestión de instalaciones y de personas (salvo que queramos tratar a los trabajadores como jugadoras de voleibol). Estamos hablando de Raúl Yudego.

Su nombramiento produjo un revuelo en el Ayuntamiento ya que para tal puesto se requería ser funcionario de carrera, cosa que Yudego no cumplía por ser personal laboral.

Sin embargo, Ortega, con los medios jurídicos del Ayuntamiento a su servicio, y a pesar del malestar de muchos funcionarios por tal nombramiento al considerarlo ilegal, consiguió sacarlo adelante en los tribunales. Y Yudego se quedó de gerente de Deportes.

Su falta de experiencia y tal vez de otras cualidades para el puesto las compensaría Yudego aliándose con alguien del mismo servicio de Deportes y con los mismos pocos escrúpulos que él: Antonio Navas.

Antonio Navas es un encargado de Deportes que ha sabido ganarse muchos apoyos entre las fuerzas vivas de la ciudad gracias a su pasado en Protección Civil, a su control de la UGT en Deportes y a su capacidad de saber vender como oro lo que podría no ser más que latón.

Esa es la causa seguramente de que cuatro miembros de su familia tengan trabajo ahora mismo en Deportes, y algún otro en las empresas concesionarias de instalaciones deportivas de la ciudad.

Navas ha demostrado ser un maestro en el manejo del palo y la zanahoria. Mientras tanto Yudego le ha dejado las manos libres para hacer lo que le pareciera bien, siempre que eso contribuyera a la mayor gloria del gerente y a su estabilidad en el puesto.

La función de Navas en esta alianza era mantener quieto el redil para que Yudego pudiera ganar puntos ante sus superiores y mantenerse en el cargo con un sueldo astronómico, pero para el cual no estaba preparado. Necesario blindaje especialmente ante la victoria electoral del PP que se respiraba iba a ocurrir. En la prevista transición, el puesto de Yudego, por ser de libre designación, peligraba enormemente.

Esa alianza  de los dos jefes se nutría de un combustible que no pagaban ni Navas ni Yudego: premios para los fieles, que veían recompensado su silencio en irregularidades cometidas ante sus ojos. A los díscolos o simplemente no afines, los peores trabajos, los peores destinos, aislamiento y, a menudo, sanciones.

Pronto todos captaron el mensaje y la mayoría prefirió doblegarse y beneficiarse antes que recibir castigos. De una forma u otra, todos los que colaboraban o asentían con la cabeza recibían alguna ventaja que les compensaba para aceptar un sistema de cosas que ya empezaba a oler mal: este, un puesto en la oficina; los de más allá, un horario sólo de mañanas; aquellos, una instalación cercana a su domicilio; otros cuantos, labores de superior categoría que les supone un complemento en la nómina... Todo ello a dedo. De esta manera Navas iba comprando lealtades inquebrantables, porque todos los beneficiados sabían que el día que cuestionaran la validez del sistema serían desposeídos de sus privilegios y arrojados al reducido grupo de los proscritos.

A su vez, Yudego, consentía todo esto y, así, como veremos, supo ganarse el apoyo primero, y la confianza después, de los nuevos inquilinos de la Plaza Mayor nº1: los concejales del PP.

Es lógico pensar que el PP le debería haber fulminado de su puesto nada más llegar al poder municipal, pero esto no ocurrió así, y es difícil de entender y algo que tal vez algún día nos lo explique algún responsable municipal que haya conocido los entresijos de la historia.

Algunos hablan de que el gerente tendió una trampa al concejal delegado, Bienvenido Nieto, nada más tomar las riendas de Deportes. Una vez metido en el cepo, para evitar un escándalo al partido, a Nieto no le habría quedado más remedio que tragar con Yudego y mantenerle en el puesto. Pero esto sólo es un rumor.

También pudo ser que Yudego cautivase al concejal con su personalidad y se ganase su confianza.

Sea como fuere, es algo que ha quedado entre ellos y de lo que seguramente nunca sabremos toda la verdad.

Un misterio, sí, pero para el que aquí nos atrevemos a lanzar una hipótesis.

Lo que pudo convencer al concejal para mantener a Yudego en el puesto de gerente fue que este, nada más comenzar a gobernar el PP, le presentó a Nieto un pastel de los que en el PP no pueden, saben, ni quieren, resistirse: la privatización del camping municipal en un primer momento y de otras instalaciones deportivas en fases posteriores.

La idea habría sido original de Navas, más acostumbrado a la manipulación, y buen conocedor de las debilidades y ambiciones humanas, las cuales ha explotado con éxito con los trabajadores de Deportes.

Aunque miembro del comité de empresa en muchas ocasiones, y autoproclamándose defensor de los trabajadores en toda oportunidad que se presentaba, su escasez de escrúpulos le iba a permitir sacrificar a numerosos peones para salvar la cabeza del rey, Yudego, en el infernal tablero de ajedrez en que se había convertido Deportes.

Primero se sirvió en bandeja al concejal la cabeza de los trabajadores del camping. Después vinieron los trabajadores temporales de las piscinas de verano de El Plantío.

Todo ello consumado sin oposición del comité de empresa, controlado en todo tiempo por la UGT, la cual a su vez estaba controlada por Antonio Navas a través de los títeres que había puesto en la lista de UGT a las elecciones sindicales.

Al resto del rebaño, algo alterado por eso de las barbas de tu vecino, se le calmó diciéndole que la privatización del camping se había hecho respetando para los trabajadores las mismas condiciones laborales que tenían en Deportes. Pero pronto se vio que la empresa no cumplía el convenio colectivo transferido. Posteriormente empezaron las represalias en forma de sanciones cuando los trabajadores privatizados, unos diez, protestaron. Finalmente, la mayoría de ellos fueron despedidos.

Algo parecido ocurrió con los trabajadores de verano, la mayoría de los cuales tenían un contrato indefinido discontinuo: los miembros de UGT en el Comité  primero los demonizaron, diciendo que eran unos vagos y unos aprovechados. Después, para lavarse las manos como Pilatos, convocaron una consulta entre los trabajadores en una asamblea para ver si había apoyo al hecho de la privatización de las piscinas de verano. Eso suponía el despido de estos trabajadores, que eran una  veintena. Ganaron la consulta y Yudego salvó su silla. La solidaridad entre los trabajadores de Deportes se había ido por la ventana el día que entraron por la puerta los privilegios otorgados a dedo.

Naturalmente, nadie había sido despedido de entre los que estaban beneficiándose y colaborando con el estado de cosas que Antonio Navas y Yudego habían instaurado. Por supuesto, tampoco ninguno de sus familiares había sido víctima de esta traición a la clase trabajadora.

Pero los favores, como saben bien en la mafia, hay que pagarlos, y los que han mirado para otra parte mientras se hacía esta limpieza de personal y de instalaciones en Deportes quieren, en algún momento, cobrarse los intereses. Así que hay que seguir pagando para que todo siga funcionando en silencio, que es malo (para el gerente) que se altere la paz concejil.

Y no se paga con dinero del bolsillo de Yudego o de Antonio Navas sino, otra vez, con los recursos de la administración, como es el empleo público.

Pero había un obstáculo: la lista de aprobados sin plaza que coleaba de las últimas oposiciones, habidas bajo el reinado del tripartito, y que estaba sirviendo como bolsa de trabajo para cubrir las bajas, excedencias y jubilaciones.

Como ya dijimos en la anterior entrega, una vez que estuvieron bien situados los que en esa lista eran más afines al régimen, la gerencia acordó con el Comité anularla y comenzar un sistema de contrataciones a través del INEM.

Gracias a este nuevo sistema se han incorporado a  Deportes personas muy cercanas a los que han permitido y alimentado todas estas irregularidades, disfrazadas de legalidad, en los últimos años: familiares, amistades, y otros cuya vinculación sólo conoceremos, tal vez, con el paso del tiempo.

Bienvenido Nieto se retira de la primera línea de la política por razones de salud y pasa los bártulos a Ángel Ibáñez. Se supone que también le transmite su testamento político: Raúl Yudego es un hombre de total confianza. Ibáñez habría aceptado esta versión de Nieto y no se preocupa de investigar si hay algo de verdadero en las denuncias de parcialidad que, contra los jefes, algunos trabajadores hacen cada vez con mayor insistencia.

No hay sistema perfecto y todos en algún momento entran en crisis porque, antes o después, algunos indómitos se atreven a reclamar que las cosas se hagan de una manera más justa.

Ya hemos dicho que a éstos el sistema Yudego-Navas, con la imprescindible ayuda de otros mandos, los reprime con todos los medios a su alcance, siempre guardando, eso sí, la apariencia de legalidad.

Algunos intrépidos, hartos ya de soportar vejaciones, humillaciones y sanciones injustas, elevan cada vez más alto el tono de su protesta.

A veces la suerte se alía con estos apestados que, llevándose todos los palos, de vez en cuando consiguen una épica victoria.

Así parece haber sucedido en Deportes cuando un trabajador acosado reclamó que la empresa cumpliera la ley y realizara una evaluación de riesgos psicosociales, cosa que nunca se había hecho.

A regañadientes y poniendo todos los impedimentos posibles, el servicio de Deportes ha tenido que hacer esta evaluación. Y los resultados no han podido ser más catastróficos para la gestión de recursos humanos que ha venido llevando a cabo Yudego en los últimos años.

El informe resultante, realizado por una empresa externa de prevención de riesgos laborales, es tan demoledor que el propio gerente lo ha guardado personalmente, y ha prohibido su difusión al Comité de Seguridad y Salud (cuyos representantes de la parte sindical son todos de la UGT). Lo tiene bajo su estricto control porque no quiere que su contenido trascienda. Por si acaso vuelve a ganar Partido Popular, el gerente va a evitar que este informe vea la luz antes de las elecciones y sea un escándalo en plena campaña electoral. Eso pondría en una situación muy difícil su permanencia.

Y, si gana una mayoría de otro color, siempre podrá decir que la culpa es del Partido Popular y que ellos fueron los que le obligaron a llevar esta política de personal.

De momento, algunos miembros del Comité de Empresa, que no son de la UGT, han pedido una copia del informe y les están dando largas.