miércoles, 14 de diciembre de 2016

El mal empieza en las pequeñas cosas

Ya sé que la Ley lo contempla así, pero… ¿por qué tienen los letrados públicos que defender a los presuntos prevaricadores que además lo son precisamente por ostentar un poder en forma de cargo público que el ciudadano denunciante no tiene? Ya sólo por disponer de ese poder deberían ser más sospechosos, si es que reconocemos que la flaqueza humana no entiende de altura social (o, para el caso, funcionarial).

Al menos, en caso de ser condenados, que paguen al erario público el coste de los letrados que se pusieron a su disposición (a precio real, no de amigotes).

Pero, tanto en un caso como en otro, que corran con las consecuencias económicas y penales que una actuación incorrecta haya generado. Eso, si se aplicara de verdad, sí que sería disuasorio de futuras prevaricaciones.

Letrados públicos defendiendo actuaciones, informes y resoluciones que en su yo más profundo consideran ilegales es la consagración de la impunidad: la supuesta víctima paga (con sus impuestos) los abogados del presunto infractor.

Yo diría que el 90% de los políticos (con poder) y altos (y algunos medios) funcionarios de la entidad en la que trabajo son prevaricadores con plena conciencia de lo que hacen. No digo que lo hagan todos los días, pero sí cuando la ocasión lo merece. Y son ellos los que precisamente muchas veces usan su poder (incluso disciplinario) para satisfacer venganzas personales contra algún ciudadano o contra los que dependen jerárquicamente de ellos.

El problema, es que todos saben lo que hay y por eso todos se tapan mutuamente, porque son cómplices en materias jurídicas y -a veces- en otras. Así que el particular que denuncia a un politico o funcionario por prevaricación se enfrenta a toda la organización (incluso letrados), porque todos hacen piña con el demandado, no sea que mañana les toque a ellos. A esto se suma una proverbial pasividad de los fiscales, no sé si porque están desbordados de asuntos o por vagancia, o porque en una ciudad pequeña todos nos conocemos y no quieren emplumar a quien mañana quizá juegue con ellos al pádel. Si hay suerte y la cosa llega al juez, ¿a quién va a creer? ¿A ese ciudadano que sólo puede costearse un abogado barato o a todo un ejército de juristas y funcionarios que como un sólo hombre afirman que todo se hizo con escrupuloso respeto a la legalidad? Y si algo raro aprecia, al final es un error humano, nada voluntario.

Defender la legalidad DE VERDAD te convierte en el antipático, en el aguafiestas del grupo. ¿Y quién quiere serlo, si luego nos tenemos que ver las caras todos los días? Porque en algunos casos habría que, incluso, denunciar a tus compañeros. Y pobre del funcionario que ose poner en solfa la honradez de un miembro del sistema: todos se sentirán aludidos y apoyarán al acusado y acosarán o harán el vacío al delator.

Y, al denunciante particular, parece que lo único que podrá obtener contra el prevaricador, es la pena de banquillo o de pasillo, poco más. Ni siquiera una apertura de expediente, no digamos ya sanción disciplinaria, contra el infractor.

Yo sé que esto es así porque lo veo "todos los días" (es una forma de hablar) pero me hace gracia que luego nos escandalicemos de que haya tanta corrupción en el país, pero como si sólo ocurriera entre los políticos de los diversos parlamentos.

No estoy muy de acuerdo con el Supremo en que la prevaricación y su vía penal tenga que ver con la gravedad de las consecuencias. Un informe prevaricador de poca monta pero que queda impune es la puerta que se abre a otros más y cada vez más graves, no sólo del mismo funcionario, sino que la impunidad llama a la imitación, y el mal se extiende como un virus por toda la organización, hasta convertirla en una estructura cuasi-mafiosa dado el grado de implicación de todos y el silencio y apoyo que se deben unos a otros. Acaba como un tinglado muy bien montado donde es muy difícil que algún juez o fiscal llegue a ver la verdad, ni aunque se la cuenten, porque nadie se va a salir del guión.

Para mí, la corruptela comienza siempre en la impunidad de ese pequeño informe -ni siquiera todavía resolución- prevaricador que nadie cuestionó a tiempo. Más tarde, esa impunidad hace que las mentiras vayan transmitiéndose a otros informes y resoluciones de cada vez más peso. Cuando queremos atajar el mal es ya de una envergadura que nos supera, asi que se prefiere esconderlo y negarlo, antes que aplicar los verdaderos remedios, ya que serían dolorosos aunque efectivos.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Discriminación

¿Por qué la gente de los polideportivos se siente discriminada y peor tratada que los que están en piscinas?

Silla de polideportivo
Como muestra, un botón.

Silla de polideportivo:

Silla de polideportivo

Como se puede ver, esta silla es vieja, rescatada de una reforma que hubo en unas dependencias municipales. Está sucia y rota. Los empleados la han reparado varias veces con los pocos medios de que disponen. Es, además, incómoda porque por dentro tiene la gomaespuma cedida y casi no cumple su misión.

Por supuesto, han pedido otra silla en mejores condiciones y la callada ha sido la respuesta.



Veamos, en comparación, cómo son las sillas de unas piscinas:

Sillas en piscinas Capiscol
Estas sillas son muy recientes (no voy a decir nuevas, pero casi). Se observa que son ergonómicas y tienen ruedas. Son sillas de oficina.