martes, 13 de septiembre de 2016

La obediencia (ciega) a la autoridad

Un estudio psicológico realizado en 2014 por Jean-León Beauvois, Didier Courbet, Dominique Oberlé, Johan Lepage y Aaron A. Duke investigó la relación entre el sometimiento ciego a la autoridad y algunas variables de la personalidad.

Este estudio investigaba cómo la obediencia en un experimento del tipo Milgram es predicha por las diferencias interindividuales.

Los participantes fueron 35 hombres y 31 mujeres de edades 26-54 de la población en general que fueron contactados por teléfono 8 meses después de su participación en un estudio que transponía el ejemplo de la obediencia de Milgram al contexto de un falso programa de televisión.

Las entrevistas se presentaban como encuestas de opinión sin vínculos con el experimento anterior.

La personalidad se evaluó mediante el cuestionario de Los Cinco Grandes Mini-Marcadores (Saucier, 1994). La orientación política y el activismo social también se midieron.

Los resultados confirmaron la hipótesis de que Conciencia y Agradabilidad se asocian a una mayor disposición para administrar descargas eléctricas de alta intensidad a una víctima.

La orientación política y el activismo social también estaban relacionados con la obediencia.

Esos resultados proporcionan una evidencia empírica que sugiere que las diferencias individuales en la personalidad y las variables políticas son importantes en la explicación de la obediencia a la autoridad.

La "buena gente" es más propensa a impartir descargas eléctricas
 

Usted ya habrá oído hablar de los experimentos de Milgram, que medían la voluntad de los sujetos a prueba para dar descargas eléctricas a personas a las que no conocían.

Los experimentadores de Milgram empujaban a los sujetos a administrar descargas eléctricas a desconocidos.

La nueva investigación antes mencionado se ha hecho para evaluar la personalidad de estos sujetos de prueba, y ha surgido una tendencia interesante.En un giro al parecer contrario a la intuición, la gente "agradable" tiende a estar más dispuesta a dar descargas eléctricas, y la gente "desagradable" tiende a estar menos dispuesta.

Pero después un estudio más profundo, parece que tiene sentido: los investigadores señalaron que la razón de esto estaría en la voluntad de las personas desagradables de sacrificar su "agradabilidad" con el fin de "hacer lo correcto".


Mientras que las personas más agradables y sociables tienden a hacer lo que haga falta para seguir siendo consideradas agradables, incluso cuando eso signifique lanzar a un extraño debajo de un autobús.

Curioso: ¿cuál fue el grupo con menos probabilidad de impartir descargas eléctricas? Solución: Las mujeres que han participado en el activismo político o social, un grupo con reputación de ser muy intransigentes con lo que creen.

El caso de Deportes


Todo esto lo traigo a colación porque me he encontrado en el Servicio de Deportes del Ayto. de Burgos con empleados que no se cuestionaban el acierto o la ética de las órdenes que recibían. Normalmente no son órdenes para ejercer la crueldad con un tercero, aunque sospecho que en algunos casos se ha jugado a manipular, a utilizar a algunos empleados contra otros, o en detrimento de otros, es decir, en contra de aquellos que no eran del agrado del jefe o de su círculo de halagadores o incondicionales.

Y es lamentable ver cómo, ante algún intento mío de cuestionar una orden recibida por alguien, no necesariamente yo, de la que he sido testigo, se me responde por uno de estos que para eso son jefes. Ningún asomo en su cabeza de que un jefe se puede equivocar, o puede intentar beneficiarse de algo o simplemente actuar a veces con maldad.

Las órdenes del jefe no se cuestionan. Como se suele decir en ambientes laborales en España: "la burra se ata donde diga el amo, aunque se ahorque".

Voy a elucubrar un poco aunque no soy psicólogo. No sé si esto viene del franquismo, un régimen bastante paternalista, pero que -como dictadura que era- no permitía que se cuestionase su funcionamiento o las decisiones de la autoridad.

También noto un cierto conformismo en las personas que les impide pensar por sí mismas respecto a lo que son sus obligaciones laborales o las órdenes recibidas. Como dicen en inglés: "to think out of the box".

¿Realmente lo que te mandan hacer es necesario? ¿No se puede hacer de otra forma que quizá es mejor? ¿Te lo han enseñado los jefes o lo has aprendido de otro compañero que se iba a jubilar, y no has cambiado ni una coma a pesar de que podía estar haciendo muchas cosas mal o innecesarias? ¿Has adaptado tus rutinas a los nuevos tiempos y medios? ¿Cuántos documentos escribimos, formularios rellenamos o rutinas cumplimos sin saber para qué sirven y, lo que es peor, sin que sirvan para nada?

¿Cuántas veces nos atrevemos a decirle al jefe o a la empresa en general que cumpla sus obligaciones hacia nosotros o hacia otros compañeros?

¿A cuántos han sancionado por cosas que los jefes y su círculo de protegidos hacen cien veces más gravemente?

No digamos nada cuando ya entramos en los "favores" que hace el jefe (generalmente no de su bolsillo, sino de los recursos de la empresa). Entonces sí que la obediencia se hace ciega, pero ciega-ciega.

He conocido dos casos de otros tantos empleados (llamarles compañeros sería darles un rango que no se merecen) que han acudido a los juzgados de lo social a prestar falso testimonio contra mí, sencillamente porque se lo ha pedido su superior, al cual debían favores o esperaban recibirlos (un caso de cada). Ahí entra en juego el experimento de Milgram.

¿Cuánta descarga eléctrica estamos dispuestos a dar a nuestros compañeros si nos lo pide el jefe?

Y es verdad que muchos de esos compañeros, si les ves fuera de esas influencias nefastas, son gente normal y hasta agradable. Y los más secos, los más huraños, los más desagradables (por así decirlo), mal mirados y peor tratados por los jefes y demás, ¿quién sabe si no serán los que nos evitarían una trampa tendida por nuestro jefe, como apunta el experimento con el que iniciaba esta entrada?

Post en blanco

Aquí publicaré alguna cosa que tengo retrasada, pero ahora no tengo tiempo.

Los diez pecados capitales del empleado público


Nuestra vida puede ser épica

Estaba pensando que, con la cantidad de egoísmos e intereses creados que existen incluso en los países desarrollados, necesitamos películas como Gladiator o El Show de Truman para que nos despierten y nos den coraje para luchar contra los tiranos allí donde se encuentren. Los tiranos pueden estar tan cerca de nosotros como nuestros compañeros de trabajo o ser nuestros jefes.

Si esas películas no sirven para eso, mucho me temo que sólo sirven para emocionarnos un ratito sin cambiar nada profundamente en nosotros, y luego seguir quejándonos de lo mal que está el mundo.

Demos sentido a nuestras vidas, aun siendo vidas humildes, defendiendo lo correcto, lo justo, exijamos que se cumpla la ley (cuando es justa). Hagámoslo con inteligencia, no nos expongamos estúpidamente al coraje de nuestros enemigos, que generalmente tienen más poder y son más maliciosos que nosotros. Seamos tan astutos o más que ellos. Usemos los medios que nos presta nuestro entorno: la prensa, la fiscalía, la recogida de firmas en internet...

A menudo, lo que más asusta y frena a los malvados es que sus fechorías sean hechas públicas. Usemos esta estrategia, por tanto, cuando podamos, desde el anonimato. Pero sabiendo que las denuncias anónimas suelen tener poca credibilidad y, por tanto, relevancia.

Así que, a veces, tendremos que dar la cara. A veces tendremos que jugarnos el pellejo, tal vez el empleo, por la verdad y la justicia. Esperemos que eso sólo sea "in extremis", por algo que realmente merezca la pena y cuando hayamos agotado todos los medios anteriores que no nos provoquen represalias.

Nos encontraremos que la mayoría de las veces nuestros compañeros o posibles aliados nos dirán "yo no quiero problemas". ¡Nadie los queremos! Pero no dejemos que esas respuestas nos desanimen.

Sin caer en el quijotismo, busquemos un punto de épica en nuestra vida, tomando como modelos a los grandes paladines de las causas justas, sabiendo que nosotros no somos ellos y que sólo deben servirnos de inspiración. Luego nuestras propias fuerzas y las circunstancias nos marcarán el camino de hasta dónde podemos llegar.

Y, si no podemos llegar muy lejos, al menos no seamos cómplices de las injusticias, discriminaciones y favoritismos.

¡Suerte en el camino!