martes, 4 de junio de 2019

Empleados sin respaldo

EMPLEADOS DE DEPORTES SIN RESPALDO DE LOS JEFES

Los empleados de Deportes ─aunque también según quienes─ se encuentran en muchos casos sin respaldo de los jefes cuando simplemente intentan hacer bien su trabajo.

Esta historia ocurrió hace unos meses en un polideportivo municipal.

Un club puso un cartel a la entrada, un cartel que tenía el «plácet» de Deportes para ser exhibido allí, pero el cartel desapareció, alguien se lo llevó o lo quitó, no sabemos con qué intención.

El presidente del club que había puesto el cartel cuando entró en el pabellón echó en falta el cartel y tal vez imaginó, sin ninguna prueba y con base sólo en prejuicios, que había sido el empleado de la instalación que estaba allí en ese momento el que lo había quitado. De forma que, al pasar al interior y ver al empleado en la entrada, dirigiéndose a él, le dijo: «¡Cuánto hijo de puta hay suelto...!», y lo repitió varias veces. El empleado no entendía la situación ni si se refería a él, y cuando comprendió que se refería al cartel desaparecido sólo acertó a decir que él no lo había quitado y que, en todo caso, se condujera con moderación, por simple civismo y por estar en la normativa de Instalaciones Deportivas el obligado respeto al empleado de la instalación y a otros usuarios que pudiera haber. Pero el presidente del club siguió pronunciando expresiones de ira hasta que se alejó dentro de la instalación.

Entonces el empleado llama al encargado sr. Valenciano para contarle lo que ha pasado y le pide que venga a la instalación a hablar con el señor en cuestión. El encargado dice que luego pasará. Son aproximadamente las 17 horas de la tarde. Este dato tiene su importancia más adelante.

Un poco más tarde el empleado se dio una vuelta a revisar las gradas. En la pista estaba el mencionado presidente del club, el cual desde allí le volvió a lanzar unos improperios y le hizo gestos amenazantes, poniendo los brazos y puños en posición de boxeo. Algunos del club trataron de apaciguar al presidente. El empleado le contestó con una elevación de hombros como diciendo «¿Y a mi usted por qué me acusa?», le pidió que le dejase en paz y se retiró a su oficina.

Finalmente, cuando el presidente del club que decimos se retira de la instalación y tiene que pasar de nuevo por la entrada, cerca del empleado, vuelve a vociferar la cantinela: «¡Pero cuánto hijo de puta hay suelto! ¡Pero cuánto hijo de puta…!». El empleado le vuelve a recriminar esa forma de dirigirse a él y las altas voces que estaba dando, pero el otro no hace caso y por fin se marcha. Son aproximadamente las 19 horas y 15 minutos.

Han pasado más de dos horas desde que el encargado fue avisado, pero no ha hecho acto de presencia, dejando al empleado totalmente indefenso ante las acusaciones sibilinas, las amenazas gestuales, los insultos y las altas voces de este señor.

Por fin, a las 19 horas y 40 minutos aproximadamente aparece el encargado lo cual, lógicamente, no sirve de nada porque la tormenta ha pasado.

El empleado puso posteriormente y por escrito estos hechos en conocimiento de otros superiores del servicio de Deportes. La gerencia, en vez de investigar en serio el asunto o, al menos, dar un toque al infractor, hace un PARIPÉ de investigación. Para ello toma declaración al encargado quien simplemente dice que él no vio nada. Claro, porque llegó muy tarde. Pero NO SE LE INTERROGA sobre qué ha ocurrido esas DOS HORAS LARGAS para no haya acudido a la instalación o haya, al menos, enviado a otros empleados que puedan servir de testigos de lo que estaba pasando. En el mejor de los casos (si no hubiera habido más comportamientos indebidos del señor) la presencia de algún otro empleado ─si es que el encargado no podía acudir─ habría arropado al trabajador que allí estaba hasta que el individuo problemático se fuera.

Total, que se hace un simulacro de investigación, pero sin investigar nada en serio. Finalmente la empresa le dice por escrito al empleado que «incumbe la prueba a quien alega, no a quien niega», o sea, que el empleado tiene que demostrar que esos insultos y malas formas existieron. Pero la empresa pasa por alto que el encargado no hizo nada para proveerle de testigos ni le pidió cuentas más tarde al encargado de por qué no actuó en auxilio del empleado. Como decimos, todo un paripé para simular que se hace algo pero con toda la intención de que todo quede en papel mojado.

Podría perfectamente haber terminado el asunto en una agresión y el encargado estaría (presuntamente) tomando tranquilamente cervezas en las piscinas de San Amaro (donde tiene su oficina y las únicas con cafetería) y no habría hecho nada para evitarla. Pero que nadie se inquiete por él: no habría tenido ninguna repercusión negativa para el encargado. ¿Por qué? Imagíneselo el lector. Pero sí habría supuesto un serio problema físico y psicológico para el empleado que hubiera recibido la paliza.

Volviendo al caso de hoy, lógicamente el empleado no puede probar nada, no tiene testigos de su lado porque está sólo él como personal de la instalación. El presidente del club en cuestión iba acompañado en los distintos momentos de algún otro miembro de su club que, lógicamente, no van a confirmar las vejaciones que sufrió el empleado. Así que la gerencia de Deportes, de esta forma y con apariencia de «legalidad», le da la espalda al empleado y, casi, casi, unas palmaditas en el hombro al infractor.

Pero esa misma gerencia que contestó «que la carga de la prueba recae en quien acusa», cuando es un usuario el que se queja de un empleado y este NO es del agrado de esa gerencia (porque igual es un trabajador que exige que se cumpla el reglamento o denuncia actuaciones arbitrarias de sus superiores) entonces «la carga de la prueba» ya no recae en el usuario que se queja, sino que «incumbe» al empleado la carga de la prueba de demostrar su inocencia.

Doble rasero de la gerencia de Deportes que no nos extraña, después de conocer otros actos hostiles de ella contra empleados que osan meramente aplicar el reglamento sin distinguir a los «capos» de los simples usuarios «de a pie». Se conoce que entre «capos» se protegen y que sigue vigente en España eso tan casposo de «usted no sabe con quién está hablando». Sí, sí que lo saben: estarían hablando con un matón igual que los que dirigen el servicio de Deportes. Pero a algunos eso no les detiene de exigir que se cumplan las normas.

Que la gerencia acuse sin pruebas ni base legal a un empleado por la queja de un usuario ha pasado hace poco también con otro empleado que requirió el cumplimiento del Reglamento de Instalaciones Deportivas al presidente del comité de árbitros de la Federación de Baloncesto de Castilla y León, delegación de Burgos (sr. Sergio del Val, ver adjunta captura de la web), y a este le faltó tiempo para ir a las oficinas de Deportes quejándose del empleado, porque le había exigido cumplir el Reglamento de Deportes (y de paso también el de la Federación Española de Baloncesto). Por lo visto, él no sólo no quería cumplir ninguno de esos dos reglamentos sino que además esperaba que el empleado de la instalación se comportara como su esclavo montándole la pista para un partido de competición.

Los jefes de Deportes, siempre tan comprensivos y paternales con los usuarios incumplidores, sobre todo si esos incumplidores son «alguien» en el mundillo deportivo burgalés, se saltaron todas las salvaguardas legales y emplumaron al empleado con quince días de empleo y sueldo a raíz de la queja del sr. Sergio del Val, a la que sumaron (para darle más credibilidad y quizá buscada intencionalmente) la de un presidente de un club de baloncesto local que se quejaba por el mismo motivo: el maldito empleado exigía a su club cumplir la normativa de Instalaciones Deportivas.

Un gran ejemplo de rectitud y legalidad el que estos jefes de Deportes, encabezados por el gerente sr. Raúl Yudego (105.000 euros al año, más seguridad social, nos cuesta) dejarán a sus hijos y a las próximas generaciones, ejemplaridad que tanto contribuirá a la regeneración moral del país. Amén.


lunes, 3 de junio de 2019

Jefes tóxicos

SIETE CARACTERÍSTICAS DE UN JEFE TÓXICO

Este artículo ha sido verificado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas el 28 agosto, 2017.

Autora: Edith Sánchez · 28 agosto, 2017

Un jefe tóxico es aquel que hace un uso inadecuado del poder que le confiere su cargo. Todos los estudios de psicología laboral indican que una buena relación entre los miembros de una organización se traduce en mayor productividad y progreso. Pese a esto, siguen existiendo muchos directivos que incurren en conductas o emplean métodos completamente lesivos para su personal.
Hay un cierto legado feudal en este tipo de “líderes”. Tienen una idea autocrática del poder y por eso no les preocupa el hecho de causar malestar con su conducta. Entienden la empresa o la organización como una máquina que debe funcionar correctamente y en la que sus subordinados solamente son piezas del engranaje. Los jefes tóxicos están más centrados en los resultados que en los procesos.

“El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan”.
-Karl Marx-

Está comprobado que el liderazgo positivo genera mayor eficiencia. Los esquemas democráticos y horizontales generan, a la larga, mayor respeto por parte de los trabajadores. Un líder auténtico ejerce sobre todo su autoridad moral. No depende de las coacciones o las sanciones para lograr que los empleados se comprometan en los objetivos corporativos, sino que motivan y premian para generar mayor sentido de pertenencia y más compromiso.

Un jefe tóxico, por su parte, hace énfasis en el temor. Este es el instrumento del cual se vale para conseguir la adhesión de los empleados a los objetivos institucionales. Aunque a corto plazo este esquema podría funcionar, a mediano y largo plazo solo consigue dar lugar a organizaciones que se estancan, y a personal que se siente frustrado y solo espera la ocasión para apartarse de la compañía. Es una figura nociva para la organización y los siguientes son algunos de sus rasgos más destacados.

LOS JEFES TÓXICOS SON ARROGANTES

Un jefe tóxico cree que ostentar un cargo de poder lo hace mejor que los demás. No importa cómo haya llegado a ocupar ese lugar, siempre se siente superior por formar parte de la dirección. Cree además que el solo hecho de ser jefe le da licencia para tratar a los demás como si tuvieran menos valor que él.

La arrogancia se manifiesta en su gestualidad, en el tono que utilizan al hablar y en la forma de dirigir las tareas. Estos jefes tóxicos quieren ser intimidantes e interpretan el temor de sus empleados como una señal positiva. La arrogancia, en todo caso, siempre está más relacionada con la inseguridad y la falta de confianza, que con una genuina superioridad.

NO SABEN ESCUCHAR NI COMUNICARSE

Una de las señales más evidentes de un jefe tóxico es su dificultad para escuchar a los demás. Este tipo de personas creen que prestar atención a lo que dicen los empleados es darles una importancia que no merecen. Asumen que escuchar a los subalternos reduce el poder que tienen sobre ellos.

Un jefe tóxico tampoco sabe comunicarse. De hecho, podría volver innecesariamente complejas sus instrucciones, simplemente como una manera de intimidar a los empleados. Emplea expresiones categóricas, en un intento por remarcar que es él quien tiene la última palabra en todo. También suele desvalorizar lo que otros dicen, bien sea por medio de la indiferencia, o bien interpelándolos de manera irrespetuosa.

SON CONTROLADORES E INFLEXIBLES

Un jefe tóxico no entiende la diferencia entre dirigir y controlar. Tampoco tiene noción de la diferencia entre liderar y mandar. No confía en las personas con las que trabaja y por eso piensa que la mejor estrategia es controlar hasta la más mínima de sus acciones. Asume que su deber es sobre todo de vigilancia y sanción constante a las conductas que estime inadecuadas.

El jefe tóxico también es inflexible. Siempre trata de poner las cosas en términos de blanco y negro. Asume que fortaleza es lo mismo que rigidez y que no ser ferozmente estricto puede hacerlo ver como alguien débil. Por eso sus órdenes no se discuten y sus ideas son las que se imponen. Las cosas deben hacerse exactamente como él lo dice o de lo contrario, serán sancionadas.

NO TIENE IDEA DE CÓMO GESTIONAR CONFLICTOS

Este tipo de jefes ven la ira con buenos ojos. Parten de la idea de que el mal humor y la irritabilidad son signos de seriedad y responsabilidad en el trabajo. Esto lo interpretan como una expresión de compromiso y de exigencia. Por eso es frecuente que expresen órdenes con un tono desagradable o que resuelvan un problema de trabajo a gritos. Creen que tienen derecho a “regañar” a sus empleados.

Si tienen una dificultad con alguno de sus empleados, lo usual es que la resuelvan imponiendo nuevas órdenes o aplicando sanciones. Les tiene sin cuidado que sus colaboradores experimenten malestar. Si estos no acatan las normas al pie de la letra, lo hacen por falta de ganas o por falta de carácter. Un jefe tóxico genera una atmósfera de tensión y represión porque supone que esto es válido para mantener un buen ritmo de trabajo.

RECHAZAN LAS INICIATIVAS

Tener iniciativas es una señal de autonomía, de fuerza, de capacidad. Por eso para un jefe tóxico los empleados con iniciativa equivalen a una amenaza. Incluso llegan a pensar que se están tomando atribuciones que no les corresponden o asumen el hecho como un desafío a su autoridad. Por eso rechazarán a cualquier persona que plantee una innovación o una idea para mejorar.

Para este tipo de jefes solo hay una manera de hacer las cosas y es la suya. Los empleados rápidamente comprenden ese tipo de lógica y aprenden que pensar por cuenta propia o intentar hacer aportes equivale a provocarlo. Finalmente la que pierde es la organización, pues se priva de contar con un personal que alimente con iniciativas el quehacer de la entidad o de la empresa.

NO SABEN GESTIONAR EL TIEMPO

El adecuado manejo del tiempo es fundamental para que la gestión se lleve a cabo sin tropiezos. Uno de los aspectos que convierte a un directivo en un mal jefe es precisamente una mala administración del tiempo. Esto incluye una mala planificación de las actividades y una desacertada priorización de las mismas.

Lo que se genera a partir de esto es un ambiente caótico.

Muchas veces habrá que completar las tareas en un tiempo récord. Otras veces habrá lapsos en los que apenas si hay algo que hacer. En estos casos, lo que prima finalmente es una sensación de inestabilidad y de desorden que da origen a mayores dosis de estrés y de tensión.

IGNORAN LAS NECESIDADES DE LOS EMPLEADOS

Los malos jefes no tienen idea de cuáles son las necesidades de sus trabajadores. De hecho, no les interesa averiguarlo. Presumen que la relación laboral excluye los aspectos personales e incluso que estos son un factor irrelevante dentro de las labores cotidianas. O un obstáculo dentro del panorama laboral.

Un jefe tóxico insiste en que las necesidades personales de los trabajadores no tienen nada que ver con las tareas. Como lo suyo es verlo todo en la óptica del blanco y negro, asumirán cualquier dificultad personal de los empleados como un pretexto para no desarrollar su labor o para justificar algún fallo. A este tipo de jefes les cuesta mucho ver al empleado como una persona integral.

Aunque las legislaciones laborales de todo el mundo buscan proteger a los trabajadores, en la práctica siguen existiendo muchos jefes que caminan sobre la delgada línea de lo ilegal. Desconocen sutilmente los derechos y se amparan en la volatilidad de las relaciones humanas para encubrir su actitud de abuso.

Los jefes tóxicos abundan en épocas de crisis. Saben que pueden cruzar la línea y buena parte de sus empleados no se lo recriminarán, por el temor a perder el trabajo. Sin embargo, todo trabajador debe ser consciente de que tiene derechos y que puede hacer reclamaciones respetuosas cuando siente que está siendo maltratado.

Fuente: https://lamenteesmaravillosa.com/7-caracteristicas-definen…/

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NOTA: quien conozca personalmente al gerente de Instalaciones Deportivas, sr. Yudego, sobre todo desde el lado de los empleados y jefes bajo sus órdenes, podrá notar que casi todo, por no decir todo, lo que aquí se expone se puede reconocer perfectamente en él y en su forma de gestionar al personal del servicio.
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