jueves, 23 de mayo de 2019

Casi accidentado

CASI ACCIDENTADO Y LE ABRONCAN POR INFORMAR

Esto ha pasado ayer sábado.

Un empleado de Deportes es trasladado a hacer EN SOLITARIO una limpieza de fin de obra en un polideportivo de la ciudad que no es el suyo habitual. Es un castigo encubierto. En un momento dado, un tubo de agua se descuelga de la pared y pasa a centímetros de la cabeza del trabajador, quien estaba tratando de desenchufar una manguera de agua de esa línea.

Por supuesto, este percance, que no ha llegado a más pero ha estado a punto de causar un accidente, se debe a un mal mantenimiento de la instalación deportiva. El tubo llevaba años allí y las sujeciones a la pared se habían ido perdiendo y no se habían repuesto. No parece que la caída del tubo tenga que ver con la realización de la obra recientemente.

El empleado cree haber entendido (luego diremos por qué) que debe llamar al encargado cada vez que tenga algún incidente (no necesariamente de seguridad) en su jornada laboral, y así lo hace. Es la segunda vez que tiene que llamar al encargado esa mañana. La primera vez ha sido hace más de una hora. Si no lo comunica, teme que luego le reprochen que no haya informado del tubo averiado además de que cree sobre todo importante informar del accidente que ha estado a punto de ocurrir.

Cuando llama y explica que casi le da en la cabeza un tubo metálico de agua de limpieza de varios metros y lleno de agua, el encargado, en vez de preocuparse por su estado físico o anímico, le abronca por teléfono por llamarle «tantas veces» (esa mañana era la segunda vez) y le acusa de que «se está cachondeando de él». El empleado intenta explicarle que en ocasiones anteriores le han sancionado cuando no ha llamado en situaciones normales de su trabajo y luego la gerencia le ha acusado de «no haber llamado al encargado» así que esta ocasión, donde casi se produce un accidente, bien merece una llamada.

Pero el encargado no parece tener ganas de escuchar. La respuesta del encargado es que «hay un punto intermedio» entre no llamar y llamar demasiadas veces. Pero no le explica dónde está ese punto intermedio, el cual suele ser distinto para cada persona. Y sobre todo «distinto» cuando has experimentado, como es el caso del empleado que hoy contamos, sanciones injustas con acusaciones tan estúpidas como que «no ha llamado al encargado» en situaciones en las que el empleado pensaba que aplicar el reglamento era parte de su trabajo y no tenía que estar consultando al encargado cada cinco minutos cosas que están meridianamente claras, como parece desear la gerencia. Así que el empleado se queda perplejo: si llama, mal; si no llama, tal vez peor.

Así es como se aborda la prevención de riesgos laborales de los empleados de Deportes: si comunican un posible accidente, además del susto por el casi accidente, se pueden llevar una bronca y, de regalo, una acusación gratuita de estar siendo molesto intencionadamente. Siempre dependiendo de quién sea el afectado, porque hay empleados malditos y empleados protegidos.

No es de extrañar que el Estudio de Riesgos Psicosociales que se hizo el año 2014 a instancias de una empleada que estaba siendo presuntamente acosada (y no se llevaron a cabo sus recomendaciones ni se ha revisado posteriormente su cumplimiento) mostrara un panorama desolador de la gestión de personal llevada a cabo por el gerente Raúl Yudego (105.000 eurazos de sueldo) y los jefes de los que se ha rodeado, además de los afines que les cubren las espaldas, incluso desde dentro del comité de empresa. Por cierto, este encargado del que hoy hablamos ha sido miembro del comité de empresa MUCHOS AÑOS y PRESIDENTE del mismo unos cuantos de esos años. Que nadie se extrañe: así son las cosas en Deportes.


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