jueves, 23 de mayo de 2019

Usuarios mal acostumbrados

UNA TARDE EN LA ÓPERA... PERDÓN, EN EL POLIDEPORTIVO

Si eres un empleado público de los que intentan cumplir lo mejor posible, te puedes encontrar en una sola tarde todas las situaciones que a continuación relatamos, porque así ha sucedido.

Decimos «intentan cumplir» porque en Deportes muchas veces los jefes no quieren que cumplas con tu obligación sino que, a ciertos usuarios o entidades, les des «un trato preferente». De otro modo, te puedes ver abocado a una sanción, como ya le ocurrió al empleado que hoy es nuestro protagonista.

A media tarde una monitora de una escuela deportiva le dice al empleado que, con ocasión del fin de la temporada, necesita que le abra determinada sala para hacer una “merendola” con las niñas que asisten a las clases. El empleado le explica que para eso ella necesita presentar una autorización escrita de los jefes. Ella insiste en que una empleada (de otro turno) le dijo que no habría problema en abrirle y que usara la sala. El empleado se reafirma en que es una irregularidad que no quiere ni puede hacer. La monitora acepta la situación y se va.

No obstante, como al empleado ya le han sancionado anteriormente por hacer bien su trabajo y sencillamente aplicar el reglamento, y aunque está convencido de que la respuesta dada es la correcta, decide consultar al encargado vía telefónica. Este le contesta con firmeza que, efectivamente, ella necesitaría una autorización desde las oficinas del servicio. Esta consulta y la respuesta del encargado confirmando lo antes dicho se la traslada más tarde el empleado a la monitora.

Esto nos deja el sabor de boca amargo de por qué una empleada, que además tiene un contrato precario, se permite hacer esta irregularidad sin temer repercusiones y otro, con oposición aprobada, no. Luego expondremos una posible explicación, aunque ─y para no engañar a nadie─ la realidad es más compleja de lo que aquí podemos desgranar.

En fin, hasta aquí todo normal si no fuera por lo que ocurre a continuación.

Un entrenador de las categorías inferiores del club de baloncesto San Pablo que también entrena en la instalación viene a hablar con el empleado para pedirle un «favorcito»: puesto que en la pista de al lado de la que tiene contratada no hay actividad, ¿podría el empleado subir la cortina para que sus niños ocupen y usen también esa pista?

El empleado le contesta, igual que a la monitora, que es una irregularidad y que no puede hacer eso porque ellos ya están disfrutando de la pista que tienen contratada. No obstante, y viendo el respaldo obtenido en la llamada al encargado por el caso anterior, le dice que lo consultará.

Cuando el encargado recibe la llamada y escucha que se trata del club San Pablo se le encienden las luces rojas: en una de esas categorías y en ese pabellón ENTRENA EL HIJO DEL GERENTE de instalaciones deportivas. Aquí ya no hay firmeza en el cumplimiento del deber que valga. El encargado duda… «¿La pista de al lado está libre...? Bueno,... entonces... no veo por qué no le vamos a dejar usarla... Está bien, súbeles la cortina...». El empleado no puede hacer sino obedecer aunque es consciente de la irregularidad cometida.

Observemos qué diferencia de trato entre el dado a la primera monitora y el dado a este entrenador que, con diferencia de apenas una hora, solicitaban algo parecido: ambos querían usar una parte de la instalación sin abonar el precio público correspondiente, lo cual no deja de ser una irregularidad (si no una ilegalidad). Este tipo de tratos de favor a algunos (y a veces de perjuicio a otros) es moneda común en Deportes, y no es muy distinto de lo que se aplica a los propios empleados: favoritismo o marginación, según beneficien con su silencio a los jefes o denuncien las irregularidades.

Más tarde, cuando acaba el tiempo de otro grupo que entrena en una pista, el empleado les apaga una hilera de luces para que sepan que ya se ha terminado su hora y que vayan acabando y recogiendo.

A la salida del vestuario uno de los jugadores de este grupo que ya se marcha le increpa al empleado que por qué no les ha dejado jugar diez minutos más siendo que no había actividad en esa pista la siguiente hora. El empleado se da cuenta de que le está reprochando precisamente el hacer bien su trabajo. Le explica que si él ha disfrutado del tiempo contratado no tiene por qué exigir que le dejen más tiempo. Aquí no hay lugar para llamar al encargado a ver si les deja más tiempo, ya que el usuario protestón se marcha en ese momento, así como el resto de sus compañeros (que no protestan) una vez duchados y cambiados.

¿Qué nos dice esta situación? Que hay otros empleados QUE SÍ PERMITEN QUE SE USEN LAS PISTAS MÁS ALLÁ DE LO CONTRATADO, es decir, permiten comportamientos antirreglamentarios que luego los usuarios asumen como normales y se los exigen y reprochan a aquellos empleados que no transigen ni con irregularidades ni con corruptelas.

La cuarta «anécdota» de la tarde (ya noche) la protagoniza un club de baloncesto que tiene categorías senior masculina y femenina. Han estado entrenando hasta última hora jugadores (sólo tres) y jugadoras en dos pistas paralela y simultáneamente así que, cuando acaban, el empleado entrega un vestuario a ellas y pregunta a los tres chicos, que están cambiándose en la pista, si alguno va a ducharse. Uno de ellos dice que sí y el empleado le entrega la llave de otro vestuario. Curiosamente, el jugador en vez de ir a ducharse se queda hablando con los otros y con otra jugadora que se les acerca.

El empleado sigue haciendo sus labores de final de la jornada y luego verifica que las chicas se han ido pero el chico sigue en su vestuario, a pesar de que está muy cerca la hora en que tendría que haber dejado el vestuario y la instalación (hay un tiempo máximo para usar los vestuarios después de usar la pista). Comprueba que el jugador se ha cerrado por dentro y desde fuera el empleado le recuerda que le quedan dos minutos para el tiempo límite. Oye hablar al jugador como con una tercera persona y supone que está hablando por teléfono móvil.

Cuando por fin sale el jugador del vestuario un par de minutos por encima del tiempo reglamentario, el empleado le recuerda el límite de tiempo y que para no sobrepasarlo debe ser diligente para entrar al vestuario y así salir a tiempo. Está el empleado diciendo esto cuando observa que la chica que se había quedado hablando con los chicos también sale del vestuario, como si tal cosa, y a pesar de que tenían un vestuario específico para las mujeres.

Esta situación irregular también será eventualmente comunicada a los jefes de Deportes por si fuera constitutiva de algún incumplimiento o responsabilidad por parte del club o de los jugadores, pero el empleado nos dice que lo más seguro es que se tape todo el asunto, máxime cuando recientemente el presidente de ese club se ha quejado de nuestro protagonista (y los jefes han aprovechado para sancionarle) por cumplir escrupulosamente el reglamento que rige el uso de las instalaciones deportivas. Así está Deportes.

Nos dice nuestro protagonista que también le ocurrió el día anterior al que aquí arriba hemos narrado, que un equipo de los que entrenan allí habitualmente le dijo que, ya que estaban libres las pistas adyacentes, podía subirles las lonas separadoras para jugar en el campo central (pista de baloncesto a lo largo que ocupa las tres pistas de tercio). Aunque lógicamente no lo permitió, el empleado se quedó extrañado porque en toda la temporada nunca se lo habían propuesto. Así que, después de ver lo que le pasó al día siguiente y hemos contado más arriba, ha deducido que durante cierto tiempo que ha estado fuera de la instalación han debido enviar en su lugar a otro personal bastante «complaciente» con los deseos de los usuarios y han creado falsas expectativas entre esos jugadores.

Los propios jefes de Deportes permiten este estado de cosas, estas pequeñas corruptelas de los empleados que hemos mencionado más arriba, cuando favorecen a los usuarios (o a sí mismos) con cosas que no les corresponden. Porque los empleados, el 75% de ellos y ellas con contratos eventuales o en fraude de ley, no quieren que los usuarios vayan con quejas (infundadas pero quejas) a los jefes por hacer bien su trabajo. Y a los jefes les viene bien que ciertas corruptelas se produzcan en los niveles inferiores porque eso garantiza empleados dóciles, así como ciegos, sordos y mudos ante las corrupciones mayores, las de sus jefes, de las que sin duda en algún momento tendrán conocimiento por razón de su trabajo.

Les interesan empleados corruptibles, que tengan algún muerto en el armario, para que no señalen con el dedo a los de arriba, que tienen un cementerio entero en sus respectivos armarios. Por eso favorecen que empleados y empleadas se dejen llevar fácilmente por la tentación de incumplir sus obligaciones: abandono de las piscinas por motivos personales y sin permiso del superior, o para comprar pan, embutido, bebida, etc. para el bocadillo y de camino tomar un cafecito o una cerveza, usar la instalación para celebrar el cumple de su hijo/a, gestionar su empresa privada desde el polideportivo, disfrutar de días de permiso que no les corresponden, salir a entierros en tiempo de trabajo sin ningún tipo de respaldo en el convenio… Todo ello con la bendición callada y cómplice de los jefes, que saben que esos pobres diablos que venden su primogenitura por un plato de lentejas no van a denunciar nada porque ellos mismos se han metido de cabeza en la trampa y están atrapados en el cepo de la corrupción.

Por otro lado es fácil de imaginar qué clase de comité de empresa puede surgir de un colectivo en el que el 75% de los contratados están eventuales o en fraude de ley además de ─la mayoría─ implicados en irregularidades mayores o menores: un comité de empresa totalmente apesebrado y entregado a los deseos del gerente y de los jefes que le rodean. Así que el empleado que intenta conducirse con rectitud y es sancionado injustamente no encuentra amparo en esta figura que supuestamente está para defender a los trabajadores, pero que nos atrevemos a decir que en Deportes está completamente pervertida.

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